Historias de una maestra: Lola y los siete enanitos
Un viernes cualquiera de un frío enero de comienzos del siglo XX, Doña Carmen peinaba la larga melena de su hija. Dorada como el trigo y suave como la lana, se enredaba entre los dedos cansados de la señora de la casa. Antaño lo había hecho la doncella, pero desde la muerte de Don Basilio y con ésta, el descubrimiento de varias deudas, su esposa había tenido que hacer frente a los cuantiosos pagos y con ellos se habían ido varias antigüedades familiares, joyas y los miembros del servicio, entre otras cosas. Doña Carmen, sin embargo, no tocó ni un duro del dinero que su marido había guardado cuidadosamente en un sobre a parte, en una caja fuerte, para pagar los estudios de la niña de sus ojos. Dolores se licenciaba ese mismo día y su madre la peinaba para ir a recoger su diploma.
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